Escrito por: Camilo Venegas.
Sábado al fin / Periódico Hoy.
Santo Domingo. 2 de julio, 2010. - Los coleccionistas del siglo pasado han muerto o han mutado. No les ha quedado otro remedio, porque los grandes motivos que los inspiraban desaparecieron o perdieron su razón de ser. El caso que mejor ilustra eso es de los filatélicos. El email y el chat acabaron subyugando a los envíos por correo. Eso, a su vez, condenó a muerte a los sellos.
Sábado al fin / Periódico Hoy.
Santo Domingo. 2 de julio, 2010. - Los coleccionistas del siglo pasado han muerto o han mutado. No les ha quedado otro remedio, porque los grandes motivos que los inspiraban desaparecieron o perdieron su razón de ser. El caso que mejor ilustra eso es de los filatélicos. El email y el chat acabaron subyugando a los envíos por correo. Eso, a su vez, condenó a muerte a los sellos.
Si una afición requería de una gran parafernalia, era la filatelia. Álbumes especiales, pinzas de diferente calibre, lupas, ediciones únicas, cancelaciones alegóricas.
En fin, que ese era el fetiche perfecto para una época en que la individualidad todavía tenía sentido y la privacidad eran un espacio que muchos disfrutaban.
Con la web 2.0 y las redes sociales, todo lo que no se pueda compartir deja de tener sentido. Ya de nada sirve una colección única si tiene que permanecer en un armario en casa. Si las fotos de familia antes se atesoraban en estuches bajo llaves o en caros portarretratos, ahora se cuelga de un álbum en Facebook, donde todos pueden verlas casi desde el momento en que se producen.
Si antiguamente había que invitar a los amigos a casa para que disfrutaran de colecciones, ahora basta con invitarlos a ser vecinos y a participar de la nueva afición.
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